Historias de la Biblia hebrea
LOS CARROS DE FUEGO ALREDEDRO DE ELISEO
Historia 87 – 2 Reyes 6:8-23
Durante los días del profeta Eliseo, hubo guerras constantemente entre Israel y Siria. Eliseo fue de mucha ayuda al rey de Israel, aún más que sus carros y caballos; porque cada que el rey de Siria mandaba a sus oficiales para atacar algún lugar en Israel, Eliseo enviaba mensajes al rey de Israel como este: “Procura no pasar por este sitio, pues los sirios te han tendido allí una emboscada”. Y cuando el ejército de Siria llegaba al lugar de ataque, los soldados de Israel estaban a la guardia, de modo que Siria no podía hacer nada.
Esto ocurrió muchas veces y el rey de Siria enfurecido por todo esto llamó a sus ministros y les reclamó: “¿Quieren decirme quién está informando al rey de Israel? Quiero saber quién es el traidor”. Y ellos le dijeron: “Nadie, mi señor rey. El responsable es Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica todo al rey, aun lo que Su Majestad dice en su alcoba”. El rey de Siria les dijo: “Pues entonces averigüen dónde está, para que manden a capturarlo”. Cuando le informaron que Eliseo estaba en Dotán, el rey envió allá un grupo grande, con caballos y carros de combate. Llegaron de noche y cercaron la ciudad, listos para capturarlo.
Por la mañana, cuando el criado del hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros de combate rodeaban la ciudad. Fue y le dijo a Eliseo: “¡Ay, mi señor! ¿Qué vamos a hacer?” Eliseo le contestó: “No tengas miedo. Los que están con nosotros son más que ellos”. Entonces Eliseo oró: “Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea”. El Señor así lo hizo, y el criado vio lo que otros no podían ver. Vio la colina donde estaba la ciudad, llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo; Dios estaba protegiendo a su profeta. Como ya lo sirios se acercaban a él, Eliseo volvió a orar: “Señor castiga a esta gente con ceguera”. Y el Señor hizo lo que le pidió Eliseo. Niebla cubrió los ojos de los sirios y no podían ver claramente. Eliseo se acercó a ellos y les dijo: “Ésta no es la ciudad adonde iban; han tomado un camino equivocado, síganme, que yo los llevaré al camino correcto”.
Pero los llevó de Dotán a Samaria a las murallas de la ciudad, donde el ejército de Israel los esperaba. Después de entrar en la cuidad, Eliseo dijo: “Señor, ábreles los ojos, para que vean”. El Señor así lo hizo, y ellos se dieron cuenta de que estaban dentro de Samaria rodeados por los soldados. Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo: “¿Los mato, mi señor? ¿Los mato?”
– No, no los mates –contestó Eliseo–. ¿Acaso los has capturado con tu espada para que los mates? Mejor sírveles comida y agua para que coman y beban, y que luego vuelvan a su rey –. Así que en vez de matar a los soldados sirios o ponerlos en prisión, el rey de Israel les dio un tremendo banquete. Cuando terminaron de comer, los despidió, y ellos regresaron a su rey. Y las bandas de sirios no volvieron a invadir el territorio israelita.